I
Aparecía todas las mañanas con las sábanas sobre los muslos y los tobillos
parecían sostener la delicada sábana, que entrelazaba las piernas, dando una
especie de sensación nostálgica de añorar un cuerpo cerca. Los brazos
yacían inertes, las manos caían a plomo, sin peso; los pelos frágiles de su
cabello, aparecían por cualquier parte de la cama, y todo su cuerpo parecía una
figura de un templo sagrado, a la que los fieles rinden culto.
Soñaba sueños ilusos, y en su ilusión, se veía dueña y señora del timón que le
gobernaba la razón; en cada sueño, añora un cuerpo, y protagonizaba las
escenas, con una sutileza extravagante, siendo en cada cuerpo distinta y
natural, como en la vida real. Los sueños eran cada vez más profundos y
exagerados, llegando incluso al desmadre de la pasión, atizando las velas del
barco que gobierna, e internándose en caminos insospechados y escabrosos.
En las noches balbuceaba su espíritu un cuerpo cerca, para poder encontrar un
camarote vacío y entablar conversación, mientras el barco se gobierna a la
deriva, sin otro rumbo que la amistad.
II
Añoraba muchas cosas de su pasado, muchos encuentros inesperados, palabras
humildes y llanas, llenas de calor, de cotejo; rememoraba secuencias, las
contrastaba, las excluía o las incorporaba a su experiencia; paseaba por el
pasado, al lado del precipicio de la nada, pero siempre ilusionada en aprender
a ser mujer.
En algunas ocasiones, parecía sumida en un estado de sublimidad, o de deidad,
no lo se exactamente, pero su concentración era "absoluta"; su
rostro, tomaba la forma de su verdadero espectro, traspasando los límites de la
belleza; en sus ojos, se podía apreciar el carisma real de su alma, la bondad
de sus acciones, el cariño inexperto de su primera juventud, los forcejeos de
su cuerpo con otro cuerpo, las puras caricias de sus manos, su calor, el afán
de continuar a pesar de los
pesares.
Transmitía serenidad y lástima, respeto y mucha
cortesía; sacrificaba sus ideales en hacerse entender, en parecer abierta y
clara, en ser un bastión para los amigos; no dudaba en ayudar por ayudar, pero
pensaba en trabajar por ganar dinero; tenía el estudiar como meta, el viajar
como pasatiempo y fuente de conocimiento; quería enriquecer su espíritu,
encontrar su antagonismo, revolotear por los confines del espacio y del tiempo;
quería ver su pensamiento despierto, encontrarse segura y convincente; quería
abarcar la libertad entera, saborear el puro amor, irradiar felicidad
permanente.
III
Las sábanas dejaban al descubierto parte de sus piernas, las rodillas, casi al
aire, parecían escapar del calor; los gemelos en relajación, aparecían envueltos entre la sábana, como jugando; los pies, semejaban pilares de templos
,y se frotaban, se calentaban; los hombros, eran robustos, cuasi perfectos, y
se dejaban ver frágiles y pesados; el contorno de las caderas, se marcaba en
las sábanas, y todo el conjunto de su cuerpo reflejaba armonía; las formas,
realzaban, daban dinamismo a la tranquilidad de su espíritu.
En la oscuridad de la noche, mientras hablábamos tumbados en la cama, divisaba
su cuerpo entre las sábanas, y pensaba en la delicadeza de sus formas, en sus
curvas sosegadas, en su misterioso complejo de líneas, en el esbozo de un
cuerpo de mujer. Traspasaba las sábanas y me escondía, para jugar al juego
preferido de los hombres y balbucear, en los insólitos de sus muslos, toda mi
energía.
IV
Cuanto más pasaban los días, más me acostumbraba a sus líneas, a su silueta, a
su esbeltez en las formas, a todo el complejo de su personalidad. Cada día,
sentía más apego espiritual hacia su persona. Me transmitía como un estado
superior de conciencia. Toda ella, irradiaba serenidad. Su talante de sirena
fiel, me transportaba a dimensiones sobrenaturales, donde podíamos coexistir en
perfecta armonía, sin llevarnos por la pasión.
Todo parecía, como sacado de un molde perfecto, donde no existe la burla y el
engaño, donde se pasea libremente sin temor a ser custodiado, en un sitio
perdido en los confines del tiempo, y que tiene un nombre apropiado, que está
señalado en todos los libros de Esoterismo.
En todo momento pensaba en ella, en su natural espontaneidad, y me daba cuenta
en su eterna lucha en ser mujer de verdad, para no ser manejada por cualquier
hombre que pretendiese manejarla. Su sentido del trabajo era total y se podía
presentir su dedicación hacia las tareas que tuviese que cumplir a lo largo del
día. Su potencia o fuerza mental, suponía para mí un reto que tenía que
superar, pero sabía en el fondo de mi alma, que su fuerza mental sólo era capaz
de transformar los días en años, y los años en siglos. Cada instante en que
hablábamos, me parecía una vida entera, pues me hacía pensar de tal manera, que
comprendía cosas que cualquier hombre tardaría toda una vida en comprender. Lo
que más me atraía, era que me hacía pensar positivamente, y mi mente flotaba
por paraísos extraterrenales, haciéndome encontrar con figuras tajantes de la
literatura y algunos santos y santas, con los que yo podía contrastar mis
teorías acerca de la vida del hombre en la Tierra.
V
Acostados en la cama, veíamos pasar la noches, como espejos que sólo te dejan
ver la cara real de la moneda y que no te confunden en el camino de la vida.
Las noches eran nuestras. Dialogábamos de tal manera, que llegábamos a
comprender hasta la última palabra que transmitíamos, y todo parecía como un
estado de conciencia, tan superior, que no existe cosa mejor en la vida.
No me hacía falta meditar, pues meditaba con sólo oír sus palabras. Entre
frases, comprendía la cara oculta de las cosas, el lado positivo de los hechos,
la constancia permanente que nos transporta a la dimensión del más Allá. En sus
diálogos, podía comprender la bondad de su persona, la eterna bondad de una
mujer perfecta, que sólo vive, para encontrarse con su antagonismo e irradiar
felicidad.
No había nada en ella que me perjudicase. Todo era positivo, hasta el grado de
creerme enteramente una voluntad perenne, que nunca se acaba. Mis pasos eran
guiados por sus palabras y en todo momento me encontraba lleno de gracia y
estabilidad. No existía nada que me alejara de los pasos que ella me mandaba
transitar o, mejor dicho, no podía haber nada ni nadie que me alejara del
estado extra natural que ella me transmitía.
VI
El eco de sus palabras, resonaba en mi mente, y me envolvía, y me transformaba
en un ser omnipotente, siempre consecuente en sus actuaciones, y dando hasta la
última gota de mi sudor permanente.
VII
Sus hombros yacían sobre la almohada, sus piernas se entrelazaban en un contraste
de formas, sus ojos mirando viejos sueños plagados de nostálgicos recuerdos. Su
mirar era un flujo de nostalgia, su pelo suelto a media cintura, me hacía
pensar en inhóspitos parajes, y su calma me ayudaba a comprender a los viejos
amigos, y su entrega me hacía entender su calma, y toda ella era un flujo de
espíritu callado y tranquilo.
Entre sus piernas encontraba la almohada de mis sueños, de todos mis sueños,
mis sueños inmensos, de todos mis sueños pletóricos. Vagaba y cabeceaba en la
almohada de mis sueños, y cabeceaba entre sueño y sueño, asimilando mi porvenir
futuro. En todo momento soñaba el mismo sueño, y a cada instante comprendía mi
dicha de caminar por los mundos, contando, o mejor dicho, cantando mi viejo
sueño, que perdurará en el tiempo, por los siglos venideros.
VIII
Éramos conscientes de todo lo que nos ocurría. Nos pasaban cosas fantásticas, y
también desavenencias, pero luchábamos hasta el final. Un día nos encontramos
con nuestro pasado y recordamos muchas cosas, y nos entendimos muy bien, pero
lo más importante era que ella entendiese mi sueño persistente. Soñaba, o mejor
dicho, veía el futuro con tanta claridad que no podía dar marcha atrás.
Vislumbraba acontecimientos venideros, en los que yo era el protagonista, el artífice,
y me daba cuenta que con un poco de paciencia, podía llegar a transformar el
mundo y cambiarlo de dirección. Pero en mi sueño, había una fecha en la que yo
debería darme a conocer, en la que debía convencer a las altas esferas
políticas, militares, sectas y demás congregaciones, de que todo cuanto hacían
estaba mal encaminado. Tenía que ser prudente y estar muy bien preparado, para
no ser absorbido por sus conjeturas y elucubraciones. Para ello necesitaba no
confundirme en el sueño, no cambiar ningún acontecimiento, no eludir ninguna
fecha, y lo que es más, no engañarme a mí mismo.
IX
Las políticas del tiempo estaban marchitas. La Democracia no funcionaba como
debiera, los comunistas desaparecían poco a poco, y en su lugar aparecía una
nueva raza de políticos, más conservadores y más iluminados. Las corrientes
filosóficas, poéticas y literarias, habían llegado a la crisis más espectacular
del siglo, y no eran nada, no más que deliquios ensombrecidos en el olvido. El
materialismo, era tan plástico, que no dejaba lugar a dudas. Se vivía por el
dinero y sólo por su causa. Las empresas también estaban en crisis, en una
crisis obsoleta en la lontananza de los tiempos. La economía, era más un gasto
que un beneficio. El trabajo escaseaba. El hambre, la discordia, el
enfrentamiento, la desidia, las drogas, el alcoholismo, tabaquismo, eran loa
nuevos dueños de la voluntad de las personas.
El futuro, se veía venir. Nadie era capaz de dar marcha atrás. Estábamos tan
dentro de un complejo de personalidad, que casi parecía imposible reducirlo o
aniquilarlo. La comida, era el sustento y sin dinero, nadie te daba comida, a
no ser algunos religiosos, que por caridad y por estar subvencionados, te daban
algo que llevarte a la boca.
Ya no se creía en el amor, en el dar sin recibir nada a cambio.
X
Pasábamos algunas noches abrazados, entrelazados nuestros cuerpos. Jugábamos y
nos dábamos caricias. Sus manos rozaban las mías y todo mi cuerpo se
estremecía. Sudábamos, nos dábamos calor, nos protegíamos.
Su cuerpo se dejaba entrever entre las sábanas y su cabeza, ladeada, se
dejaba ver como en un espejo. Sus ojos, cerrados, parecían entenderlo todo,
pues daban vueltas circulares. Todo parecía como soñado ya otras veces, en mi
juventud. Yo no sé si soñé en la lontananza con esta persona, pero lo cierto es
que me hacía revivir un sin fin
de sueños en mi interior.
XI
Los días eran turbios, pero no para nosotros, sino más bien, para
las clases dominantes. Parecía que la política no salvaguardaba la ética ni la
moral de los contribuyentes de las clases pudientes, ni tampoco de las menos
pudientes. Parecía un caos político. Los bloques de las potencias más
desarrolladas, parecían desaparecer. Existía el contrabando, a gran escala,
entre países. entre amigos. Los intelectuales, parecían niños, y los niños
parecían esperma. Las capas sociales se disgregaban y aparecían, nuevos
movimientos, nuevas modas, mejores ordenadores, computadoras, fármacos, drogas,
vestidos, periódicos, campechanos y algunos "paisanos", agnósticos en
la desmesura de los principios, muchos "creyentes" en un Dios
omnipotente, nigromantes y muchos farsantes.
XII
Los pasos que yo daba, eran pausados y siempre meditados por sus palabras. Cada
paso, equivalía a cientos de siglos que vendrán. Mis pasos eran una
eternidad eterna.
XIII
Hoy me encontré estremecido al ver su cuerpo que, cual espejo, me hacían ver el lado positivo de los hechos. Entonces tocaba sus
pechos, que me transmitían serenidad, mucha pulcritud, bondad, caridad,
hermandad, claridad de ideas y mucha positividad. Sus muslos tenaces, eran
capaces de transportarme a dimensiones superiores de conciencia, y a evaluar el
mundo terrestre.
XIV
CONTINUARÁ… Escrito en Salinas, Asturias, en
diciembre de 1996
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