lunes, 21 de julio de 2014

LA CORTEJADA

I

      Aparecía todas las mañanas con las sábanas sobre los muslos y los tobillos parecían sostener la delicada sábana, que entrelazaba las piernas, dando una especie de sensación nostálgica de  añorar un cuerpo cerca. Los brazos yacían inertes, las manos caían a plomo, sin peso; los pelos frágiles de su cabello, aparecían por cualquier parte de la cama, y todo su cuerpo parecía una figura de un templo sagrado, a la que los fieles rinden culto.
      Soñaba sueños ilusos, y en su ilusión, se veía dueña y señora del timón que le gobernaba la razón; en cada sueño, añora un  cuerpo, y protagonizaba las escenas, con una sutileza extravagante, siendo en cada cuerpo distinta y natural, como en la vida real. Los sueños eran cada vez más profundos y exagerados, llegando incluso al desmadre de la pasión, atizando las velas del barco que gobierna, e internándose en caminos insospechados y escabrosos.
      En las noches balbuceaba su espíritu un cuerpo cerca, para poder encontrar un camarote vacío y entablar conversación, mientras el barco se gobierna a la deriva, sin otro rumbo que la amistad.

II

      Añoraba muchas cosas de su pasado, muchos encuentros inesperados, palabras humildes y llanas, llenas de calor, de cotejo; rememoraba secuencias, las contrastaba, las excluía o las incorporaba a su experiencia; paseaba por el pasado, al lado del precipicio de la nada, pero siempre ilusionada en aprender a ser mujer.
      En algunas ocasiones, parecía sumida en un estado de sublimidad, o de deidad, no lo se exactamente, pero su concentración era "absoluta"; su rostro, tomaba la forma de su verdadero espectro, traspasando los límites de la belleza; en sus ojos, se podía apreciar el carisma real de su alma, la bondad de sus acciones, el cariño inexperto de su primera juventud, los forcejeos de su cuerpo con otro cuerpo, las puras caricias de sus manos, su calor, el afán de continuar a pesar de los pesares.                      
      Transmitía serenidad y lástima, respeto y mucha cortesía; sacrificaba sus ideales en hacerse entender, en parecer abierta y clara, en ser un bastión para los amigos; no dudaba en ayudar por ayudar, pero pensaba en trabajar por ganar dinero; tenía el estudiar como meta, el viajar como pasatiempo y fuente de conocimiento; quería enriquecer su espíritu, encontrar su antagonismo, revolotear por los confines del espacio y del tiempo; quería ver su pensamiento despierto, encontrarse segura y convincente; quería abarcar la libertad entera, saborear el puro amor, irradiar felicidad permanente.

III
                   
      Las sábanas dejaban al descubierto parte de sus piernas, las rodillas, casi al aire, parecían escapar del calor; los gemelos en relajación, aparecían envueltos entre la sábana, como jugando; los pies, semejaban pilares de templos ,y se frotaban, se calentaban; los hombros, eran robustos, cuasi perfectos, y se dejaban ver frágiles y pesados; el contorno de las caderas, se marcaba en las sábanas, y todo el conjunto de su cuerpo reflejaba armonía; las formas, realzaban, daban dinamismo a la tranquilidad de su espíritu.
      En la oscuridad de la noche, mientras hablábamos tumbados en la cama, divisaba su cuerpo entre las sábanas, y pensaba en la delicadeza de sus formas, en sus curvas sosegadas, en su misterioso complejo de líneas, en el esbozo de un cuerpo de mujer. Traspasaba las sábanas y me escondía, para jugar al juego preferido de los hombres y balbucear, en los insólitos de sus muslos, toda mi energía.
            
IV

      Cuanto más pasaban los días, más me acostumbraba a sus líneas, a su silueta, a su esbeltez en las formas, a todo el complejo de su personalidad. Cada día, sentía más apego espiritual hacia su persona. Me transmitía como un estado superior de conciencia. Toda ella, irradiaba serenidad. Su talante de sirena fiel, me transportaba a dimensiones sobrenaturales, donde podíamos coexistir en perfecta armonía, sin llevarnos por la pasión.
      Todo parecía, como sacado de un molde perfecto, donde no existe la burla y el engaño, donde se pasea libremente sin temor a ser custodiado, en un sitio perdido en los confines del tiempo, y que tiene un nombre apropiado, que está señalado en todos los libros de Esoterismo.
      En todo momento pensaba en ella, en su natural espontaneidad, y me daba cuenta en su eterna lucha en ser mujer de verdad, para no ser manejada por cualquier hombre que pretendiese manejarla. Su sentido del trabajo era total y se podía presentir su dedicación hacia las tareas que tuviese que cumplir a lo largo del día. Su potencia o fuerza mental, suponía para mí un reto que tenía que superar, pero sabía en el fondo de mi alma, que su fuerza mental sólo era capaz de transformar los días en años, y los años en siglos. Cada instante en que hablábamos, me parecía una vida entera, pues me hacía pensar de tal manera, que comprendía cosas que cualquier hombre tardaría toda una vida en comprender. Lo que más me atraía, era que me hacía pensar positivamente, y mi mente flotaba por paraísos extraterrenales, haciéndome encontrar con figuras tajantes de la literatura y algunos santos y santas, con los que yo podía contrastar mis teorías acerca de la vida del hombre en la Tierra.

V

      Acostados en la cama, veíamos pasar la noches, como espejos que sólo te dejan ver la cara real de la moneda y que no te confunden en el camino de la vida. Las noches eran nuestras. Dialogábamos de tal manera, que llegábamos a comprender hasta la última palabra que transmitíamos, y todo parecía como un estado de conciencia, tan superior, que no existe cosa mejor en la vida.
      No me hacía falta meditar, pues meditaba con sólo oír sus palabras. Entre frases, comprendía la cara oculta de las cosas, el lado positivo de los hechos, la constancia permanente que nos transporta a la dimensión del más Allá. En sus diálogos, podía comprender la bondad de su persona, la eterna bondad de una mujer perfecta, que sólo vive, para encontrarse con su antagonismo e irradiar felicidad.
      No había nada en ella que me perjudicase. Todo era positivo, hasta el grado de creerme enteramente una voluntad perenne, que nunca se acaba. Mis pasos eran guiados por sus palabras y en todo momento me encontraba lleno de gracia y estabilidad. No existía nada que me alejara de los pasos que ella me mandaba transitar o, mejor dicho, no podía haber nada ni nadie que me alejara del estado extra natural que ella me transmitía.

VI

      El eco de sus palabras, resonaba en mi mente, y me envolvía, y me transformaba en un ser omnipotente, siempre consecuente en sus actuaciones, y dando hasta la última gota de mi sudor permanente.  
VII
                                    
      Sus hombros yacían sobre la almohada, sus piernas se entrelazaban en un contraste de formas, sus ojos mirando viejos sueños plagados de nostálgicos recuerdos. Su mirar era un flujo de nostalgia, su pelo suelto a media cintura, me hacía pensar en inhóspitos parajes, y su calma me ayudaba a comprender a los viejos amigos, y su entrega me hacía entender su calma, y toda ella era un flujo de espíritu callado y tranquilo.
      Entre sus piernas encontraba la almohada de mis sueños, de todos mis sueños, mis sueños inmensos, de todos mis sueños pletóricos. Vagaba y cabeceaba en la almohada de mis sueños, y cabeceaba entre sueño y sueño, asimilando mi porvenir futuro. En todo momento soñaba el mismo sueño, y a cada instante comprendía mi dicha de caminar por los mundos, contando, o mejor dicho, cantando mi viejo sueño, que perdurará en el tiempo, por los siglos venideros.

VIII

      Éramos conscientes de todo lo que nos ocurría. Nos pasaban cosas fantásticas, y también desavenencias, pero luchábamos hasta el final. Un día nos encontramos con nuestro pasado y recordamos muchas cosas, y nos entendimos muy bien, pero lo más importante era que ella entendiese mi sueño persistente. Soñaba, o mejor dicho, veía el futuro con tanta claridad que no podía dar marcha atrás. Vislumbraba acontecimientos venideros, en los que yo era el protagonista, el artífice, y me daba cuenta que con un poco de paciencia, podía llegar a transformar el mundo y cambiarlo de dirección. Pero en mi sueño, había una fecha en la que yo debería darme a conocer, en la que debía convencer a las altas esferas políticas, militares, sectas y demás congregaciones, de que todo cuanto hacían estaba mal encaminado. Tenía que ser prudente y estar muy bien preparado, para no ser absorbido por sus conjeturas y elucubraciones. Para ello necesitaba no confundirme en el sueño, no cambiar ningún acontecimiento, no eludir ninguna fecha, y lo que es más, no engañarme a mí mismo.

IX

      Las políticas del tiempo estaban marchitas. La Democracia no funcionaba como debiera, los comunistas desaparecían poco a poco, y en su lugar aparecía una nueva raza de políticos, más conservadores y más iluminados. Las corrientes filosóficas, poéticas y literarias, habían llegado a la crisis más espectacular del siglo, y no eran nada, no más que deliquios ensombrecidos en el olvido. El materialismo, era tan plástico, que no dejaba lugar a dudas. Se vivía por el dinero y sólo por su causa. Las empresas también estaban en crisis, en una crisis obsoleta en la lontananza de los tiempos. La economía, era más un gasto que un beneficio. El trabajo escaseaba. El hambre, la discordia, el enfrentamiento, la desidia, las drogas, el alcoholismo, tabaquismo, eran loa nuevos dueños de la voluntad de las personas.
      El futuro, se veía venir. Nadie era capaz de dar marcha atrás. Estábamos tan dentro de un complejo de personalidad, que casi parecía imposible reducirlo o aniquilarlo. La comida, era el sustento y sin dinero, nadie te daba comida, a no ser algunos religiosos, que por caridad y por estar subvencionados, te daban algo que llevarte a la boca.
      Ya no se creía en el amor, en el dar sin recibir nada a cambio.

X

      Pasábamos algunas noches abrazados, entrelazados nuestros cuerpos. Jugábamos y nos dábamos caricias. Sus manos rozaban las mías y todo mi cuerpo se estremecía. Sudábamos, nos dábamos calor, nos protegíamos.
      Su cuerpo se dejaba entrever  entre las sábanas y su cabeza, ladeada, se dejaba ver como en un espejo. Sus ojos, cerrados, parecían entenderlo todo, pues daban vueltas circulares. Todo parecía como soñado ya otras veces, en mi juventud. Yo no sé si soñé en la lontananza con esta persona, pero lo cierto es que me hacía revivir un sin fin de sueños en mi interior.

XI

      Los días eran turbios, pero no para nosotros, sino más bien, para las clases dominantes. Parecía que la política no salvaguardaba la ética ni la moral de los contribuyentes de las clases pudientes, ni tampoco de las menos pudientes. Parecía un caos político. Los bloques de las potencias más desarrolladas, parecían desaparecer. Existía el contrabando, a gran escala, entre países. entre amigos. Los intelectuales, parecían niños, y los niños parecían esperma. Las capas sociales se disgregaban y aparecían, nuevos movimientos, nuevas modas, mejores ordenadores, computadoras, fármacos, drogas, vestidos, periódicos, campechanos y algunos "paisanos", agnósticos en la desmesura de los principios, muchos "creyentes" en un Dios omnipotente, nigromantes y muchos farsantes.

XII

      Los pasos que yo daba, eran pausados y siempre meditados por sus palabras. Cada paso, equivalía a cientos de siglos que vendrán. Mis pasos eran una eternidad eterna.


                  XIII                  
     
Hoy me encontré estremecido al ver su cuerpo que, cual espejo, me hacían ver el lado positivo de los hechos. Entonces tocaba sus pechos, que me transmitían serenidad, mucha pulcritud, bondad, caridad, hermandad, claridad de ideas y mucha positividad. Sus muslos tenaces, eran capaces de transportarme a dimensiones superiores de conciencia, y a evaluar el mundo terrestre.

XIV


CONTINUARÁ… Escrito en Salinas, Asturias, en diciembre de 1996


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